01 Sep Bendita inocencia
Nunca había sido tan feliz, a la par que tan cándida, yendo al veterinario.
Cuando salimos a la calle, mi mamá enfila por la 45 derechita hacia ese lugar de ensueño llamado la Universidad Nacional: un paraíso donde los señores uniformados de la puerta me saludan sonrientes cuando paso trotando, con una sonrisa que no me cabe en la cara, un par de metros por delante de mi mamá, sin correa. Un edén donde bicicletas, chicos vendiendo sanduches, y aplicados estudiantes de Música tocando el trombón sobre el pasto, desfilan ante mi telescópica nariz.
Te apuesto lo que quieras a que nunca has visto nada igual.