Mi mamá pensó que, aprovechando que teníamos por delante toda la tarde del domingo, lo mejor era avanzar en el conocimiento del Caballero, de sus hábitos y de su entorno para poder tomar una decisión. Un taxi nos dejó a los tres bípedos y dos cuadrúpedos a las puertas del castillo de Daniel, situado en el barrio de Cedritos, en el norte de Bogotá.
-¡El castillo es pequeño!, advirtió entre divertido y algo nervioso por la impresión que podría causar en mi mamá.
Ese fin de semana mi mamá tenía planeado un súperpaseo, con guía y todo, al nacimiento del Río Bogotá. Después de asegurarse con mi Hada veterinaria de que Monguí podía corretear por el Páramo a su edad y de comprarle un collar antipulgas y garrapatas tan sexy como el mío para salir al campo, se dispuso a concretar la cita:
"¿Qué será de ese muchacho?" Es la pregunta que se habrán hecho los compadres y comadres que supieron de mi existencia desde el viaje de la mona narigona a mi pueblo natal, en mi amada Boyacá.
Ella dice que si les cuento mi vida en los últimos meses “en primicia y exclusiva” tendré millones de fans en todo el mundo y que los fans son algo espectacular porque le mandan a uno picos por la interné y lo impulsan para alcanzar sus sueños con las patas.
Como yo tengo muchos sueños para esta Navidad voy a seguir su consejo:
Querid@s fans, con ustedes, en primicia y exclusiva, la imagen más esperada de año. Si no llega a ser por el olor del trasero...
Hace unos días conocí a mi nuevo amigo y asesor editorial, Juan Daza. Oreo y Magnolia, sus gatas, vieron un can por primera vez en su vida...
Mientras el decagenario conocido, hace escasas semanas, como “El karma de Monguí” se recupera de la indolencia humana en una exclusiva clínica del norte de la capital colombiana, su rescatista -la escritora, productora cinematográfica, actriz y modelo Linda Guacharaca- revela, en multitudinaria rueda de prensa a orillas Mediterráneo, todo lo que siempre quisiste saber y nunca te atreviste a preguntar sobre este nuevo escalofriante caso de supervivencia animal.
A Diana Moncada y Gelber Rodríguez Cristancho, los humanos que me convirtieron en un decagenario feliz
Pst, psssst… ¿Puede oírme?
Sumercé, necesito su ayuda.