02 Feb Linda amazona
Tras un vuelo relámpago de ocho horas aterrizamos en Cali.
Pero ¿no se había afeitado la barriga hasta la primera fila de tetillas para ir al Amazonas? te preguntarás, con los ojos como platos, a causa del desconcierto.
Tras un vuelo relámpago de ocho horas aterrizamos en Cali.
Pero ¿no se había afeitado la barriga hasta la primera fila de tetillas para ir al Amazonas? te preguntarás, con los ojos como platos, a causa del desconcierto.
Dedicado a Eco y a María V.
¿Hoy sí contará sus aventuras amazónicas? te preguntarás, con la cabeza pegada al techo de la intriga... En realidad, hoy te voy meter, más bien, en un profundo dilema diet-ético y moral: en lo que se llama, técnicamente hablando, un problemón.
Estás a tiempo de dejar la lectura, poniendo los ojos en blanco y exclamando -¿Qué hice para merecer esto? ¡Esta perra se volvió existencialista!- Pero si decides seguir adelante y tu vida no vuelve a ser la de antes, no digas que no te lo advertí.
Antes de revelarte mis apasionantes aventuras por el Amazonas te voy a contar una historia que no te hará ni pizca de gracia, incluso te pondrá los pelos de punta... Pero la vida también tiene un lado oscuro y, del mismo modo que los perritos podemos ser ángeles, también podemos convertirnos en demonios aunque ¡ojo!, yo no me incluyo. Si bien disfruto correteando vacas y persigo gatos e iguanas, nunca haría algo así... Ni siquiera parecido:
¿Tuviste alguna vez una crisis vital?
Yo tuve una tan grande durante los primeros meses que siguieron a mi atropello -fracurada, muerta de sed y de hambre y aguantándome a todos los perros de la bomba deseando hacerme madre cuando tuve mi primer celo-, que casi no la cuento. Ahorita mis crisis vitales se producen en los momentos en que me enfrento con un/a veterinario/a, cuando me dan concentrado y en los intentos de secuestro, continuos, que sufro… sobre todo desde que me volví famosa.
Como no todo puede ser bueno en esta vida, además de grandes proyectos y sorpresas, tengo una nueva veterinaria que me envió mi papá Steven.
-¡Venga, preciosa!- dice mi mamá sosteniendo su diminuto collar en alto para que entienda que vamos a la calle y… siempre soy yo quien aterriza, con la precisión de un reloj suizo, bajo sus rodillas, mientras ella da sus famosos saltos de conejo, con mi juguete en la boca, en la otra dirección.
Cuando te preguntan "¿qué hiciste la última semana?", uno normalmente contesta: vi amigos en el parque, vigilé la casa mientras mi familia se ganaba el concentrado, salí de caminata el domingo, comí crispetas con mis papás en el sofá...
En mi caso, no sé si por suerte o por desgracia, la respuesta rara vez es esa. Primero, porque a mi mamá nunca se le pasaría por la cabeza darme crispetas, ya que siempre las quiere todas para ella; y segundo, porque mi vida es como una montaña rusa, no apta para cardiacos.
¿Tú crees que la única que se la pasa entre la vida y la muerte, de visita en el veterinario, soy yo?
Pues te equivocas garrafalmente: mis papás acaban de llegar de la clínica Colombia...
El martes pasado, tras nuestra aparición televisiva, salimos a pasear por el barrio. Te parecerá de todo punto de vista increíble, pero nadie nos reconoció, ni hordas de periodistas se abalanzaron sobre nosotras para fotografiarnos. A la mañana siguiente mi mamá volvió a salir, por tanto, despeinada y en sudadera y ahí sí, una voz a mis torcidas espaldas exclamó, alborozada:
–¡¡¡Linda!!! ¡Hola Linda!–.
A Giovanny Hincapié, por la imagen final
Mis días en el anonimato están contados.
Y tú dirás… ¡Pero si es la perra con el blog más leído sobre la faz de la tierra! Y seguramente tengas razón, pero eso no es nada comparado con la avalancha de popularidad, vino y rosas que se avecina….
Resulta que dos cazatalentos descubrieron mis escritos.