
09 Mar El castillo de Monguí
Ese fin de semana mi mamá tenía planeado un súperpaseo, con guía y todo, al nacimiento del Río Bogotá. Después de asegurarse con mi Hada veterinaria de que Monguí podía corretear por el Páramo a su edad y de comprarle un collar antipulgas y garrapatas tan sexy como el mío para salir al campo, se dispuso a concretar la cita:
-Hay un pequeño problema. Solo hay cupo para Linda.
-No te preocupes, Linda no ocupa espacio extra y así puedo llevar a Monguí.
-No, en el carro sólo hay cupo para un perrito.
Mi mamá sintió impotencia. Si yo me confundo con el tapete a sus pies y Monguí podía viajar incluso encima suyo ¿Cuál era el lío? Pero como no era su carro y ella sabe que cada quien maneja su carro, su casa y su vida como quiere, no quiso confrontar más. Reactivando el plan de conseguir un Lindamóvil propio y aprender a manejar este año, concluyó:
-Entonces yo no voy. En este momento tengo dos perritos, si uno no puede ir, nos quedamos los tres ¡Pásenla muy rico!
Es por eso que aquel domingo andábamos desparchados y pudimos pasar la mañana en la presentación de fieles escuderos que tenía lugar en el Parque del Virrey, como invitados de la Fundación Animalove.
Tras tres horas en las que Monguí obtuvo muchas caricias de los voluntarios y de mi mamá -pero escasa atención por parte de las familias de nobles e infantes que se aproximaban a las carpas-, mi mamá estaba planteándose desertar: ella no se caracteriza precisamente por su paciencia infinita, como la mía… Pero ella tampoco pasó meses con los huesos fracturados y muerta de hambre y de sed en el piso de una gasolinera llanera.
En ese momento, un Caballero escoltado por su primo y por un amigo se aproximó a mi mamá y se interesó por el escudero más experimentado del grupo.
Sentados en el piso, mi mamá les puso al día de la historia del personaje canoso y peludo que sostenía entre sus brazos, mientras yo me atiborraba de cábanos del puesto de comidas para perros, en el que estuve haciendo guardia desde primera hora. Como comprenderás, y pese a las advertencias en contra, nadie puede resistirse mi perronalidad arrolladora y a la mirada de pobre de mí más conmovedora de la historia de Caliwood.
Con una mezcla de sorpresa y emoción, mi mamá observaba la ternura con la que aquél noble Caballero miraba, a su vez, a mi amigo. Lo consentía con suavidad, respetando su espacio, habida cuenta de que él estaba pegado a ella y no tenía ninguna intención de separarse. Al menos por el momento. Mi mamá percibió en aquél Caballero una nobleza tal, que su corazón daba saltos ¿Sería cierto que Monguí iba a encontrar el castillo que se merece? Si su intuición no fallaba, ese Don Quijote de casi dos metros, actitud tranquila y gesto dulce y afable que la escuchaba atentamente, asentía cuando le especificaba los requerimientos de cuidado especiales, y le hacía preguntas, tenía todas las dotes para ser un excelente papá. Por su actitud y sus comentarios percibió que quería convertirlo en su fiel amigo y compañero.
Después de preguntarle, incrédula, más de tres veces, si de verdad quería a Monguí como escudero y que él le contestara afirmativamente, el chico, para que ella finalmente lo creyera, le propuso rellenar un formulario de adopción.
-No te preocupes, no hace falta formulario. Podemos cuadrar todo entre nosotros…
Todos los sentimientos de preocupación, esperanza y amor por ese peludo tímido, noble y sufriente acumulados en su pecho durante el último mes de campaña #UnCastilloParaMonguí -y durante los nueve meses desde aquél paseo a Boyacá-, estallaron en ese momento en su pecho.
Llorando, se echó en los brazos de Francis, mi amiga y fan que nos ofreció el espacio de la Fundación para hacer realidad el sueño de mi amigo.
Cuando sus sollozos se apaciguaron, se dirigió, aún con lágrimas en los ojos, pero con una deslumbrante sonrisa de las que me hacen batir instintivamente la cola de contento, hacia el grupo. Yo, mi amigo, el Caballero Daniel, su primo y el morral que contenía mi patógrafo, la esperábamos dispuestos a dar un paseo bajo la llovizna y seguir charlando sobre el futuro del hijo más famoso de Monguí.

El Caballero con el libro-guía de regalo para la crianza de perros criollos con historias increíbles: «La vida es Linda» (www.lindaguacharaca.org)
Continuará…
Sin Comentarios