17 Dic El enigma de San Agustín
Tras pasar cuatro días con una sonrisa de oreja a oreja -mis acompañantes, de felicidad; yo, del calor tan berraco que pasé en el desierto de la Tatacoa- en seis horas -para que lo entiendan bien, después de coger un autobús y dos camionetas- cambiamos por completo de escenario: las formaciones en arenisca de colores dan paso a verdes montañas; y los cactus a estatuas sobre cuyo origen muy poco se sabe.