Con una pata en el paraíso

Apenas desembarcamos, nuestra recién ampliada familia estuvo a punto de perder uno de sus miembros. En cuanto la lancha se detuvo y mi mamá pronunció la tan esperada palabra “¡vaya!”, salté con todo el impulso de mis torcidas patas sobre el muelle, mucho antes que cualquiera de los pasajeros bípedos con sus piernas derechas.

Al poco rato Vince y Willi se unieron a mí. Al sentir mi nerviosismo, con tal algarabía a nuestro alrededor, Willi me cogió por el collar para mantenerme a su lado.

Segundos después sostenía en su mano mi collar antipulgas partido en dos, mientras yo desaparecía de su vista.

Al norte, al sur, al este y al oeste… Ni rastro de Linda Guacharaca.

Un sudor frío perlaba su frente imaginándome irremisiblemente perdida en un recóndito pueblo del Amazonas colombiano. Al imaginar el disgusto de mi mamá estuvo cerca de sufrir un infarto de miocardio… hasta que me divisó saltando de la lancha de nuevo seguida de ella que era, para mantenerse fiel a una costumbre tan arraigada como la de perder llaves y celulares, la última. Preocupada de que se fuera a devolver si mí, había ido buscarla entre bultos, cajas, sacos morrales y bípedos vociferantes que luchaban por abrirse paso hasta el bonito corredor de madera que desembocaba en un espléndido pasto verde fosforescente por efecto de las frecuentes lluvias.

A continuación contactamos con el dueño del hotel donde habían reservado para preguntar si nos recibían a mi mamá y a mí. El Alto del Águila se compone de sencillas cabañas situadas a las afueras de Puerto Nariño –a las que se llega tras un paseo de media hora o en lancha-. Allá llevan, los agentes de aduanas, animales decomisados en la zona para su recuperación. La única condición para poder quedarnos fue que yo no fuera a molestarlos, frente a lo que mi mamá aseguró que no había problema, mientras me lanzaba una mirada de “Linda, a ver si te comportas” que me hirió hasta lo más profundo ya que ella sabe que no molesto a nadie salvo que corra delante de mi telescópica nariz, se acerque a nuestra cama o nuestra comida, o merodeé en las inmediaciones de nuestra cabaña… Es decir, casi nunca si hablamos de animales disecados.

IMG_3410.jpg I

Pero estos estaban vivitos y coleando… como tú y como yo. Por suerte mi mamá sabe que, por mucho escándalo que haga, nunca paso a mayores.

IMG_3017.jpg I

Amistad con una guacamaya, primer paso: contacto visual y olfativo guiado por el ser en quien más confío en este mundo.

IMG_3057

Amistad con una guacamaya, segundo paso: contacto olfativo intenso bajo estricta supervisión.

IMG_3063(2)

Amistad con una guacamaya: tercer paso… No llegamos a intimar más pero, para los comienzos que tuvimos, considero que es más que suficiente.

Por eso mi mamá no sólo se libró de visitar la Isla de los Micos sino que gracias a mí, vivió una experiencia mucho más auténtica: cuando la mico hembra que se había colado en nuestro cuarto vio mi lomo erizado y mis colmillos de medio metro no se le ocurrió mejor escapatoria que subírsele por el brazo extendido al efecto hasta su cabeza, donde permaneció sentada, agarrada a sus cabellos, hasta que se vio fuera del cuarto, cerca de las palmeras.

IMG_3030

Ni con las manos llenas de arroz lograron los otros moradores del Alto del Águila una aproximación más intensa a la fauna local.

También tuve que intervenir para defenderla de ataques aéreos a traición…

[youtube https://www.youtube.com/watch?v=doLl1tHLtVA&w=560&h=315]

-Linda, ¡¡¡eres insoportable!!!- estalló, por fin, entre risas, con cierto deje de desesperación, tras varios días de ladridos histéricos por doquier. No se me ocurre mejor muestra reconocimiento para mis competencias como guardaespaldas ¿y a ti? Aunque siempre soy muy diligente con el tema de la defensa, en este viaje estaba particularmente orgullosa  de mí. Particularmente con los sobresaltos en mitad de la noche.

Pero no fueron solo ladridos las únicas competencias en las que me destaqué. En nuestra segunda noche mi mamá, que se encontraba algo desanimada, no quiso jugar billar en el pueblo con Willi, Vince y otros viajeros que había venido con nosotros en lancha hasta el pueblo, por lo que decidió regresar a pie sola en mitad de la noche por el sendero que habíamos transitado en compañía de los chicos para llegar el día anterior.

-Pero… ¿estás segura de que sabes volver?- preguntó, visiblemente inquieta, la chica de Medellín.

-Yo no; pero Linda sí-, sonrió ella despreocupada, y enfiló en dirección al hotel.

Cuando desaparecieron las últimas casas y todavía quedaban veinte minutos de caminata a ritmo normal, mi mamá se dio cuenta de que, además de no tener idea de cómo llegar, no llevaba linterna.

Lentamente, para no resbalarse y patinar con las hojas rebosantes de agua caídas al suelo tras la última tormenta –y también para intentar distinguir el estrecho sendero a la luz de la luna, casi llena, cubierta por las nubes-, iba avanzando.

Yo caminaba rauda por delante haciendo entrechocar mis placas.

Cuando dejaba de oírme, o no sabía por dónde continuar, mi mamá me llamaba.

-¡Linda! ¡¡¡¡Lindaaaaaaa!!!!-.

Las primeras veces aparecía al instante, galopando con la lengua fuera desde varios metros de distancia, si bien volvía a perderme de vista apenas reanudábamos la marcha que, se tornó tan lenta -particularmente cuando llegamos a una zona en la que el camino desaparecía para dar paso a varias chozas, idénticas, ubicadas en un enorme terreno selvático-, que opté por esperarla hasta que me alcanzara.

Y así pasamos un buen rato. Ella llamándome a gritos en mitad de lo que, a la mañana siguiente, resultó ser un campo de fútbol abandonado, y yo sentada sobre la entrada de la vivienda de una colonia de exóticas hormigas amazónicas…

… Tras salir en su búsqueda como una exhalación, regresé a la velocidad del relámpago a las inmediaciones de la casa, en terreno seguro, donde me revolqué desesperadamente intentando librarme del tremendo escozor mientras mis cuatro patas, que intentaba lamerme sin éxito, se agitaban en el aire como si tuvieran corriente… O vida propia.

Mi travesía por el Amazonas continúa aquí.

 

2 Comentarios
  • Rosario. Jaraba
    Publicado en 01:18h, 17 febrero Responder

    Haaaaa hermosa historia , siento que viaje al amazonas y conozco parte de ella excelente como siempre gracias por compartir linda j. Abrazo para ti y tu mami

    • Linda Guacharaca
      Publicado en 12:55h, 18 febrero Responder

      Querida Rosario,

      muchas gracias a ti por leer mis aventuras 😀 Las próximas son más terroríficas todavía 😉

      Un abrazo de parte de mi mamá y un lametón mio 😛

Publicar un comentario