
25 Mar Caballero y Escudero
El día en que Daniel iba a recoger a Monguí en la veterinaria donde vivió prácticamente los nueves meses que duró su tratamiento, mi mamá y yo esperábamos noticias, con los pelos del cogote tiesos.Y entonces recibimos esto:
¡El Caballero había cumplido su palabra!
Mi mamá ratificó que su olfato para detectar la buena gente no va a la zaga del mío. Flotaba, literalmente, por la casa al ver que Daniel no sólo seguía con un juicio bastante mayor que el suyo los tratamientos específicos de su nuevo escudero y se mantenía en contacto estrecho con mi Hada veterinaria, que también es la veterinaria de cabecera de Monguí, sino que, como había sospechado…
¡El Caballero era la versión masculina de ella misma!
- Entrenando duramente para el paseo
En estas semanas mi amigo escoltó a Daniel a Home Center para opinar sobre la decoración de su nuevo castillo.
Un fin de semana fuimos juntos a Suesca y comprobamos que, entre el entrenamiento que le dimos mi mamá y yo, y la tranquilidad que siente con su nuevo papá, mi amigo ya casi no babea de nervios en el carro. Ni se vomita.
Ambos fueron invitados especiales en la fiesta de inauguración de mi nueva guarida.
Como ya sabes por mi libro La vida es Linda, una vez que encontré calor de hogar y recuperé la confianza en el ser humano de la pata de mi mamá, fui sacando a relucir las aptitudes de los escuderos precolombinos con escuela de calle. Recursividad. Lealtad. Fiereza. También regresé a la adolescencia que no había vivido antes, cuando mantenerme viva ocupaba todo mi tiempo y energía.
Monguí se reveló en estos días como un digno sucesor.
Mi amigo defiende el territorio, en concreto el cuarto de su papá, como una auténtica bestia colmilluda, por lo que si no tenía pareja antes de conocerlo, muy difícilmente podrá tenerla por el resto de su vida.
También aleja, con sus gruñidos de cuchito y unos saltos que hacían reír a carcajadas a mi mamá, a los perros que se acercan en el parque.
Daniel pregunta a mi mamá por el chat qué hacer para llevar una vida más o menos normal y ella le da los consejos que aplicó conmigo. Otros los lee en mi libro. Pero, lo que nunca podía imaginarse es que Monguí iba a seguir mis pasos tan al pie de la letra…
El pasado fin de semana festivo, Caballero y Escudero iban a viajar a Duitama, ya que Daniel también tiene raíces boyacenses. En concreto iban a visitar a la mamá. Al no conseguir carroza-bus que los transportara a los dos, Daniel le pidió a su primo que se ocupara de mi amigo dos días, hasta su regreso.
En un descuido en el parque –y al igual que yo la primera vez que salí con un paseador- ¡zas!, Monguí salió corriendo.
Al primo casi lo atropellan por salir detrás a cogerlo.
Mi mamá le había regalado una placa con su nombre y sus datos el día de la fiesta en nuestro apartamento (precisamente a raíz de la espeluznante aventura que te ladro en la página 63 de mi libro). Gracias a eso Monguí Houdini regresó a su castillo con la ayuda de una dama que lo encontró vagando por Cedritos.
Como el paseador Orlando entonces, el primo de Daniel casi muere de un infarto y jura que nunca más en la vida lo volverá a soltar. Ni siquiera en el parque.
Lo bueno de todo esto es que el Caballero Daniel puede anticiparse al futuro siguiendo los capítulos de mi libro… Aunque lo que nunca alcanzó a imaginar es que Monguí se saldría del guión para mordisquear su celular y atravesar la cámara de fotos con el colmillo. Es por eso que hace días que no tenemos imágenes de los dos.
Este domingo escalaremos juntos en Cerro de las Antenas.
Mi mamá tendrá que llevar su celular. Y no pienso dejarle acercarse en un radio de dos kilómetros a la redonda…

La guía para el perro criollo precolombino del Caballero Daniel… Con el separador tan espectacular que le fabricaron sus compañeros de oficina
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